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Pequeño pero poderoso

La historia de una maestra decidida que cambió el futuro del agua para toda una comunidad.

Campos cuidadosamente cultivados cubren las empinadas laderas de los Andes, bordeando las innumerables curvas cerradas de una carretera estrecha que lleva al tranquilo pueblo de montaña de Asunción, en Perú. Enclavado a más de 2100 metros de altitud, sus 1600 habitantes están acostumbrados al ritmo lento de la vida agrícola en su rincón de las montañas.

Sin embargo, al entrar en la escuela secundaria del pueblo, se siente la energía. Estudiantes con uniformes de la marina corren por el patio y los pasillos llenos de plantas camino a sus primeras clases del día. En el aula de ciencias y medio ambiente, carteles sobre el agua y el cuidado del medio ambiente cubren las paredes, y los estudiantes comparten con orgullo estos temas. El agua es la vidaLos estudiantes siempre dicen que el agua es vida.

Maritza Rodríguez Atalaya, profesora de ciencias y medio ambiente, es docente aquí desde hace 15 años.

"Me encanta mi carrera", afirma. "Ser maestra es mi pasión".

Pequeñas y vivaces, las alumnas adolescentes de Maritza la superan en estatura. Pero no se dejen engañar por su baja estatura. Aunque humildemente diga lo contrario, Maritza es la fuerza impulsora del suministro de agua a la escuela.

Cuando empezó a dar clases en la escuela, Maritza cuenta que sus alumnos le pedían que fuera a buscar agua. "Me sorprendió; nunca me habían pedido eso", dijo. Un día los siguió y se dio cuenta de que iban a un manantial cercano, pero el agua que bebían estaba contaminada y les causaba diarrea y otras enfermedades que a menudo les impedían ir a la escuela.

Decidida a cambiar esto para sus alumnos, instituyó una nueva política en el aula: los alumnos se turnaban para llevar a casa una jarra grande de plástico. Hervían agua en casa y la traían de vuelta llena de agua potable para sus compañeros. 

Pero esto solo podía ser una solución temporal. Los estudiantes que vivían lejos tenían dificultades para cargar la pesada jarra, y Maritza seguía preocupada por el agua sin tratar del manantial cercano. Aunque no era potable, se estaba desperdiciando.

"Nadie utilizaba el manantial", dijo. "Se desbordaba y se desperdiciaba y acababa en las calles".

A pesar de la resistencia de la dirección de la escuela, Maritza estaba decidida a generar un cambio.

"Empecé de nuevo, trabajando y trabajando", dice Maritza. "Pero no recibí apoyo, ni de los demás profesores ni del director. El proyecto era solo mío".

Maritza siguió adelante como pudo, enseñando a los estudiantes que pasaban por su aula en bicicleta la importancia del agua potable y la higiene, y el cuidado del medio ambiente. Durante años, hizo todo esto por su cuenta.

Y luego, en 2015, la escuela tuvo un nuevo director.

"Le conté del proyecto y le gustó mucho", dijo Maritza. "Me dijo: 'Tienes todo mi apoyo, tienes que hacerlo'".

En los últimos dos años, la escuela ha logrado grandes avances. Conectaron el manantial cercano a la escuela, y ahora el agua, previamente contaminada y desperdiciada, está tratada y es segura para el consumo de los estudiantes. Cada estudiante trae una botella de agua a la escuela a diario, rellenándola constantemente con agua potable y reduciendo así el desperdicio ambiental. La educación que Maritza inició en su propia aula sobre el agua, la higiene y el medio ambiente se ha extendido por toda la escuela, filtrándose en cada clase y empoderando a los estudiantes para cambiar las normas en sus propias familias y comunidades.

Un día, Maritza cuenta que iba en autobús a una ciudad vecina y vio a alguien tirar una botella de vidrio por la ventana. Dos chicas en el autobús se enojaron tanto que se acercaron al hombre que tiró la botella para decirle por qué no debía hacerlo.

"Miré y eran dos exalumnos de la escuela", dijo Maritza. "Como profesora, eso me satisfizo. Estoy muy contenta con cómo están mejorando las cosas".

Los años de perseverancia de Maritza han dado frutos, y la cultura del colegio en torno al agua y el saneamiento ha cambiado por completo. Sus alumnos comparten lo aprendido con sus familias y en sus comunidades, y toda Asunción está sintiendo el impacto.

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