Mujeres y niñas
Diez niñas mantienen a cientos de niñas en la escuela en la India.
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Camine a través de las ondulantes colinas verdes del campo de Uganda, pasando por hileras de bananos, grupos de plantas de café y unas pocas cabezas de ganado vagando por un estrecho camino de tierra, y encontrará a Aisha Lubega en su punto de agua local, convirtiendo el agua en progreso para toda su comunidad.
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Angel, Elizabeth y Sylvia son una fuerza clave para la promoción de la higiene en su escuela en Blantyre, Malawi. Las niñas son trillizas y todas participan en el club de saneamiento escolar. "El agua es importante porque nos ayuda a mantener nuestros cuerpos sanos".
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Combine bicarbonato de sodio, aceite y extracto de un árbol local de Malawi y obtendrá una mejor higiene para toda una comunidad.
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Cualquier día, mientras despide a sus hijos a la escuela o prepara la comida para su familia, Maureen podía recibir una llamada de una comunidad de su región. En ese instante, lo dejaba todo, tomaba sus herramientas y se iba en bicicleta.
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Annie está sentada frente a su casa revestida de barro, con un pequeño dosel de paja que no le proporciona un respiro del calor de Malawi. Su mirada se centra en unas palabras garabateadas en el lateral de su letrina: Tigwiritse Nchito Chimbuzi Moyenera Nthawi Zonse.
Utilicemos la letrina adecuadamente en todo momento.
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El rostro de Folomina se ilumina al hablar de su inodoro. Hace dos años, la situación del agua y el saneamiento en su aldea era pésima. Ella y las otras 20 familias de su comunidad caminaban dos horas al día para conseguir agua. La situación del saneamiento era igual de grave.
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La alcaldesa Dunia Rojas es una fuerza a tener en cuenta.
Con un metro y medio de altura y largas trenzas gemelas que le caen por la espalda, Dunia Rojas es la alcaldesa del distrito de Arani, Bolivia. No teme afrontar cualquier reto, como conseguir agua potable para todos los habitantes de su distrito.
Isidora Calderón Vargas descansa a la sombra de su porche mientras su hijo Abel, de cinco meses, duerme la siesta en el interior. Isidora, de rostro serio, creció en esta pequeña comunidad rural de Bolivia. A sus 35 años, se puede ver en su mirada seria que enfrentó más de las dificultades de la vida.
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